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sábado, 27 de septiembre de 2008

Correa,un "justiciero" contra la noche neoliberal Ecuador


QUITO (Reuters) - Como un mantra, el presidente Rafael Correa repite una y otra vez que acabará con "la larga y triste noche neoliberal" que arruinó a Ecuador y que su proyecto constitucional de corte socialista es la única vía para lograrlo.
Y, si las predicciones de los sondeos se cumplen en el referendo del domingo, el popular economista de 45 años se convertirá en el presidente más poderoso de la historia moderna de la empobrecida nación andina con una carta magna que le dará más control sobre la economía, las instituciones y las cortes.
"La elección es entre dos mundos, entre dos sistemas, entre dos concepciones de de desarrollo completamente diferentes en lo económico, en lo político, en lo social", dijo el carismático mandatario durante el cierre de campaña en su natal Guayaquil, precisamente donde las encuestas no le favorecen.
Sin embargo, sus adversarios creen que el nuevo texto constitucional no es más que un "nuevo amanecer neopopulista" con el que Correa abriría un período de "hiperpresidencialismo" de desmesuradas atribuciones ejecutivas para emular las radicales políticas de su aliado venezolano Hugo Chávez.
Aunque analistas y colaboradores del mandatario aseguran que es un líder mucho más pragmático que Chávez y que enfrenta una oposición mucho más débil y desorganizada que, por ejemplo, su aliado boliviano Evo Morales; su carácter confrontativo le está generando no pocos problemas.
"Soy vehemente, apasionado; no arrogante, ni prepotente", se defiende Correa, casado con una belga y padre de tres hijos, quien se declara "socialista cristiano, mas no marxista".
Y, sin embargo, siendo profundamente religioso está frontalmente enemistado con la Iglesia Católica, siendo indigenista mantiene constantes roces con los movimientos aborígenes y proviniendo de una universidad privada está enemistado precisamente con esas instituciones.
Alineado con el ecléctico "socialismo del siglo XXI" que propugna Caracas y crítico pragmático de Estados Unidos, Correa suele defender la unidad sudamericana, pese a que protagonizó este año la mayor crisis regional en años al romper relaciones con Colombia por un ataque a un campamento rebelde en Ecuador.
EL JUSTICIERO QUE SI ESTUVO ALLI
Para ganar las elecciones presidenciales que lo llevaron al poder en enero del 2007, Correa acuñó "la revolución ciudadana" como sello político y un menaje de ruptura con el pasado para ganarse el favor de los ecuatorianos, hastiados de la "partidocracia" tradicional y la corrupción pública.
Su retórica nacionalista sobre los recursos naturales, sus incipientes controles sobre la economía y su constante amenaza de no pagar la deuda externa le han granjeado un buen caudal de votos, al tiempo que han atemorizado a los inversores por el posible alcance de sus reformas socialistas.
"La vida antes que la deuda", es otra de sus más repetidas consignas dejando claro que preferirá no pagar a los inversores antes que frenar sus ambiciosos programas sociales, financiados gracias a la renta petrolera y claves en su alto respaldo entre los sectores más pobres del país.
Correa ha visto de cerca el dramático efecto devastador de las recurrentes crisis económicas que forzaron la emigración de millones de ecuatorianos, cuando pasó un año como misionero en la población indígena de Zumbahua, una experiencia que marcó su vida y sensibilidad social ante la inequidad del país.
Nacido en el seno de una familia de clase media baja, su adolescencia estuvo marcada por la detención de su padre por tráfico de drogas en Estados Unidos y la muerte de una de sus hermanas, que le hicieron un joven tímido cuya aspiración era ser sacerdote pese a su confeso éxito con las mujeres.
Pero, su paso por universidades en Estados Unidos y Europa lo transformaron en un brillante académico de izquierda, aunque también en un político obstinado y convencido de que siempre tiene la razón, según aseguran tanto aliados como opositores.
"Lo que mejor define a Correa es que es un justiciero", afirmó uno de sus ex ministros, señalando que en su ansia por cambiar las cosas corre el riesgo de caer en el autoritarismo, como le acusan sus detractores.
Correa ha construido su popularidad alimentado por el "terror al pasado" de una ciudadanía que agradece su lenguaje llano y sus recorridos con el gabinete de Gobierno desde las remotas regiones amazónicas a los olvidados pueblos andinos donde ningún otro presidente había pisado en años.
"La patria está preñada de esperanza y nada ni nadie nos podrá detener", aseguró el político, que fue ex ministro de Economía por un breve lapso en el 2005, en un reciente mitin.
Sin embargo, analistas creen que las altas expectativas que ha despertado en los sectores excluidos de la sociedad podrían suponer un riesgo para su estabilidad y aceptación si fracasa en cumplir con las numerosas promesas que ha hecho a un país acostumbrado a ver caer presidentes con inusitada facilidad.

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