¿Un nuevo socio?
China ha pasado a ser el "nuevo mejor amigo" de Venezuela. Según informa el todopoderoso ministro Jorge Giordani, el intercambio comercial entre ambos países ha pasado de 175 millones de dólares en 1999 a más de 8.000 millones de dólares en 2009 y 2010, mientras que la colaboración financiera se acerca "cada vez más" a los 40.000 millones de dólares.
Esto no debería causar extrañeza. China es una de las economías más grandes y vigorosas del mundo y en los últimos años ha emprendido una estrategia de expansión de sus vínculos económicos internacionales. Para América Latina ya es el segundo socio comercial y sus relaciones con Brasil y los países de la región con costas en el océano Pacífico son particularmente estrechas.
Esto no debería causar extrañeza. China es una de las economías más grandes y vigorosas del mundo y en los últimos años ha emprendido una estrategia de expansión de sus vínculos económicos internacionales. Para América Latina ya es el segundo socio comercial y sus relaciones con Brasil y los países de la región con costas en el océano Pacífico son particularmente estrechas.
En el caso de Venezuela, el intercambio comercial está signado por nuestro casi único producto de exportación, el petróleo, y por la importación de bienes agrícolas que ya casi no se producen en país. Además, se anuncian o adelantan proyectos en el área industrial, en comunicaciones y ferrocarriles, así como en los nuevos operativos de vivienda. Todos ellos serán financiados con fondos chinos que se pagarán con envíos futuros de petróleo.
El mecanismo reemplaza en buena parte a las fuentes financieras tradicionales, a las que Venezuela tiene cada vez menos acceso. Dada la creciente gravitación del gran país asiático en la economía mundial y el cambio tecnológico que implican dichos proyectos, se trata de una relación de largo plazo. De un nuevo socio, que si viene debería ser para quedarse.
Por ello resulta indispensable que los vínculos de China con Venezuela sean con el país y no con un gobierno determinado, menos aún con un grupo político. Por lo mismo causa preocupación que el actual gobierno pretenda apropiarse de manera excluyente de la relación con esa gran economía, e insinúe que se trata de afinidades ideológicas.
No ha sido ese el caso en los otros países de América Latina y no debiera serlo en Venezuela. A tal fin se requiere que los proyectos financiados por China sean de verdadero interés nacional y no se atengan a las improvisaciones y caprichos del comandante Presidente, que la mayoría de las veces son de corta duración y de impacto meramente publicitario.
Si los asiáticos quieren ganarse el respeto de los venezolanos, base de cualquier relación permanente, tienen que demostrar con obras de verdadera utilidad que su cooperación tiene como objetivo ayudar al desarrollo del país y que no pretenden alinearse con una u otra facción política. También es importante que sus acciones no se perciban como las de un nuevo imperio que venga a succionarnos el petróleo a cambio de novedades y baratijas.
La presencia de China en la economía internacional es una realidad innegable. Pero también es una realidad que la sociedad venezolana es plural y democrática y que sus relaciones externas deben estar dirigidas a promover ese progreso.
El mecanismo reemplaza en buena parte a las fuentes financieras tradicionales, a las que Venezuela tiene cada vez menos acceso. Dada la creciente gravitación del gran país asiático en la economía mundial y el cambio tecnológico que implican dichos proyectos, se trata de una relación de largo plazo. De un nuevo socio, que si viene debería ser para quedarse.
Por ello resulta indispensable que los vínculos de China con Venezuela sean con el país y no con un gobierno determinado, menos aún con un grupo político. Por lo mismo causa preocupación que el actual gobierno pretenda apropiarse de manera excluyente de la relación con esa gran economía, e insinúe que se trata de afinidades ideológicas.
No ha sido ese el caso en los otros países de América Latina y no debiera serlo en Venezuela. A tal fin se requiere que los proyectos financiados por China sean de verdadero interés nacional y no se atengan a las improvisaciones y caprichos del comandante Presidente, que la mayoría de las veces son de corta duración y de impacto meramente publicitario.
Si los asiáticos quieren ganarse el respeto de los venezolanos, base de cualquier relación permanente, tienen que demostrar con obras de verdadera utilidad que su cooperación tiene como objetivo ayudar al desarrollo del país y que no pretenden alinearse con una u otra facción política. También es importante que sus acciones no se perciban como las de un nuevo imperio que venga a succionarnos el petróleo a cambio de novedades y baratijas.
La presencia de China en la economía internacional es una realidad innegable. Pero también es una realidad que la sociedad venezolana es plural y democrática y que sus relaciones externas deben estar dirigidas a promover ese progreso.

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