HUMALA Y FUJIMORI de Juan Páez Ávila

América Hispana y en parte el mundo occidental se debate entre dos corrientes de signo democrático, con algunas diferencias en lo económico y social, pero conservan el sentido libertario de los gobiernos que puedan y deban formar en el presente y en el futuro, como contrario u opuesto a todo régimen totalitario, aunque ha tenido que pasar por experiencias muy críticas y hasta catastróficas  cuando algunos gobernantes han utilizado la libertad para participar en elecciones y una vez en el poder, dan comienzo a la destrucción del sistema democrático.  

Después que las encuestas realizadas en diferentes momentos de los últimos días de la contienda por la Presidencia de la República de Perú, con ventajas para uno y otro candidato, que algunos consideran un empate técnico que los electores lo resolverán el próximo domingo, Ollanta  Humala ha hecho constantes esfuerzos para separarse o deslindarse del proyecto de Hugo Chávez,  y la Keiko Fujimori  los ha hecho por desvincularse de la política represiva y corrupta de su padre. Todo pareciera indicar, que por lo menos en teoría,  que los candidatos que van a una segunda vuelta, buscan la confianza de los electores mediante un importante cambio en las políticas de sus, hasta hace muy poco tiempo, mentores y seguidores, lo que inclina  a observadores internacionales a esperar los resultados de la elección, y en particular  las principales ejecutorias de quien sea el nuevo Presidente de Perú, lo que no podrán hacer  los peruanos que deben sufragar por quien consideren más sincero en sus promesas.

         Sin embargo, comparto con algunos políticos muy avezados y conocedores de la política latinoamericana, a quienes les he oído expresar, algo muy conocido en física, que nada es estático, pero que aplicado en política, sobre todo después del fracaso de las políticas de Hugo Chávez y Alberto Fujimori, confían en que ambos candidatos pueden haber cambiado sus enfoques fundamentales y continuar las políticas de progreso económico, respeto a los derechos humanos de los ex presidentes Toledo y Alan García, profundizar en los aspectos sociales que estos últimos descuidaron.

         Pero como los peruanos no tienen otra alternativa, elegirán a uno u otro, y la  democracia en nuestra América tiene que apostar a que Ollanta Humala, de ser ganador, derive hacia una izquierda democrática, tal como él mismo lo ha afirmado, al estilo Lula da Silva en Brasil; y de ser ganadora Keiko Fujimori incline sus políticas hacia una derecha democrática, lo cual le daría al continente un rumbo civilizado.

         Anotados firmemente en la izquierda democrática, si nos tocara votar en Perú, considero que se impone correr el riesgo, como lo han planteado el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y el ex -presidentes Toledo, de hacerlo por Ollanta Humala, pero sin considerar una tragedia para ese país si sale victoriosa Keiko Fujimori  y ejecuta una política al estilo Piñeira, Presidente  de su vecino Chile.

         Lo catastrófico para la América Hispana sería que cualquiera sea el ganador, traicione sus promesas y repita un gobierno fariseo que viola los derechos humanos y lo niega, provoca la exclusión social y también lo niega. En síntesis, que utiliza el instrumento democrático del voto para destruir el sistema democrático, lo que prolongaría por varios años que la sociedad peruana recupere el rumbo democrático que le imprimieron los sucesores del Fujimori convertido en dictador después de ser electo popularmente.

         Confiando en que el contexto político, social y económico de Hispanoamérica y del mundo occidental, en el que predominan los gobiernos democráticos, y en los que se lucha por preservar la política de defensa de los Derechos Humanos y contra la corrupción, tanto los peruanos como la mayoría de los habitantes de nuestros países, compenetrados con las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, que transmiten los adelantos de la ciencia, la tecnología y el humanismo democrático, sabrán apostar a la libertad como forma de vida, como la única y auténtica revolución que se consolida en el Siglo XXI.