Un poco de respeto
Venezuela entera estaba llena de alegría ayer por la lle-gada de la Vinotinto, nuestra selección de fútbol que cumplió un papel estelar en la Copa América al haber clasificado a semifinales y demostrado un coraje y una entrega digna de mejores resultados. Con un poco de suerte, la habilidad, la técnica y el profesionalismo demostrado día a día en el campo de juego los habría llevado más lejos.
Así lo reconocen los comentaristas deportivos extranjeros en la prensa del sur, tan exigente a la hora de señalar virtudes en los equipos de esta parte del continente.
De manera que lo logrado por la Vinotinto debe considerarse como el premio a un esfuerzo continuado y persistente desde que Richard Páez le dio forma a la selección nacional con la vista puesta en un futuro a largo plazo. No ha sido corto sino espinoso el camino: llegaron algunos resonantes triunfos y una seguidilla de derrotas que afectaron la moral del equipo y obligaron a un cambio de entrenador.
La era César Farías, como corresponde a un nuevo entrenador de la selección nacional, comenzó con la reestructuración de la plantilla, tanto de la que estaba disponible en el patio como de aquellos que constituyen la "legión extranjera", es decir, los jugadores que fichan en el exterior.
Reunirlos, compactarlos como un verdadero equipo y no como una colcha de retazos y planificar una serie de juegos amistosos con selecciones de otros países, distintos en sus estrategias y tácticas, es uno de los grandes aciertos del actual director técnico. Quiérase o no, ese largo periplo de encuentros fue forjando un necesarísimo espíritu de equipo que iba a estallar de manera portentosa en la Copa América.
Los brasileños y los argentinos jugaron confiados y fueron altaneros pensando en que con su desfile de estrellas podían vencer y humillar al resto de los pequeños equipos que llegaron a cumplir un compromiso que, para ellos, nacionalmente, era importante y motivo de orgullo. De manera que entregaron el alma para no dejarse avasallar por los gigantes que los despreciaban. Los pequeños ganaron una batalla hermosa, humilde y sorprendente, que servirá de lección a quienes se creen dueños del éxito en el fútbol.
Pero, como siempre ocurre en una fiesta pacífica y familiar, salió un grupo de borrachos a tratar de agarrarse el jolgorio para ellos. La gente del PSUV, como tienen a su líder en un estado en que no se sabe si está más allá que de acá, trató de agarrarse (con poco éxito) el triunfo de la Vinotino como si fuera un esfuerzo del socialismo, cuando es todo lo contrario.
El PSUV tiene a punto una ley que impide que la empresa privada promueva el deporte popular y profesional. La Vinotinto ha recibido un gran apoyo del Grupo Polar y eso se le quiere desconocer. Ojalá los parlamentarios reflexionen a tiempo sobre el error de negar la promoción privada al deporte.
Así lo reconocen los comentaristas deportivos extranjeros en la prensa del sur, tan exigente a la hora de señalar virtudes en los equipos de esta parte del continente.
De manera que lo logrado por la Vinotinto debe considerarse como el premio a un esfuerzo continuado y persistente desde que Richard Páez le dio forma a la selección nacional con la vista puesta en un futuro a largo plazo. No ha sido corto sino espinoso el camino: llegaron algunos resonantes triunfos y una seguidilla de derrotas que afectaron la moral del equipo y obligaron a un cambio de entrenador.
La era César Farías, como corresponde a un nuevo entrenador de la selección nacional, comenzó con la reestructuración de la plantilla, tanto de la que estaba disponible en el patio como de aquellos que constituyen la "legión extranjera", es decir, los jugadores que fichan en el exterior.
Reunirlos, compactarlos como un verdadero equipo y no como una colcha de retazos y planificar una serie de juegos amistosos con selecciones de otros países, distintos en sus estrategias y tácticas, es uno de los grandes aciertos del actual director técnico. Quiérase o no, ese largo periplo de encuentros fue forjando un necesarísimo espíritu de equipo que iba a estallar de manera portentosa en la Copa América.
Los brasileños y los argentinos jugaron confiados y fueron altaneros pensando en que con su desfile de estrellas podían vencer y humillar al resto de los pequeños equipos que llegaron a cumplir un compromiso que, para ellos, nacionalmente, era importante y motivo de orgullo. De manera que entregaron el alma para no dejarse avasallar por los gigantes que los despreciaban. Los pequeños ganaron una batalla hermosa, humilde y sorprendente, que servirá de lección a quienes se creen dueños del éxito en el fútbol.
Pero, como siempre ocurre en una fiesta pacífica y familiar, salió un grupo de borrachos a tratar de agarrarse el jolgorio para ellos. La gente del PSUV, como tienen a su líder en un estado en que no se sabe si está más allá que de acá, trató de agarrarse (con poco éxito) el triunfo de la Vinotino como si fuera un esfuerzo del socialismo, cuando es todo lo contrario.
El PSUV tiene a punto una ley que impide que la empresa privada promueva el deporte popular y profesional. La Vinotinto ha recibido un gran apoyo del Grupo Polar y eso se le quiere desconocer. Ojalá los parlamentarios reflexionen a tiempo sobre el error de negar la promoción privada al deporte.

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