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jueves, 28 de julio de 2011

Editorial El Nacional

Y viejo problema
Nuevo ministerio

El Presidente de la República no consiguió otra solución para el gravísimo problema de las cárceles que armar otra instancia burocrática denominada Ministerio para la Atención Integral Penitenciaria. De paso, nombró a la diputada Iris Varela para que conduzca el nuevo despacho y pacifique a los presos, los lleve a dirimir sus conflictos a través del diálogo y sin violencia.
Menuda tarea la encomendada a quien, desde la época de la Constituyente, no le ha sacado nunca el cuerpo a los enfrentamientos no sólo con la oposición sino con sus propios compañeros de partido. Los medios de comunicación se han hecho eco, no sin cierto regocijo, de sus expresiones de carácter fuerte y de su "espíritu de combate", por calificarlo de alguna manera. Cierta gente del PSUV (a la que Varela llama la "derecha endógena") respirará más tranquila en la Asamblea Nacional pues la nueva ministra deberá dejar su curul para poder integrarse al Gabinete Ejecutivo.

La ministra asumirá las funciones referidas a la política carcelaria que antes estaban en manos de Tareck el Aissami, quien por estar al frente del despacho de Relaciones Interiores y Justicia le cayó encima la famosa "guerra de los pranes", que dejó muy maltrecha su reputación y la de su equipo de expertos que habían anunciado, con bombos y platillos, la revolución carcelaria y la "humanización" del sistema penitenciario.
La propuesta del ministro Tareck el Aissami era interesante y contaba con el apoyo de un marco teórico sólido en muchos de sus aspectos. Pero, como dicen por allí, a esos jóvenes les faltaba mucha carretera porque el problema de la cárceles y del sistema penitenciario en general no es cuestión de buenas intenciones y de interesantes ideas.
Es también una lucha contra una realidad tan catastrófica que se lleva por delante a cualquiera que pretenda enfrentarla y reformarla sin el concurso no sólo de las instancias públicas como la Fiscalía General y el Poder Judicial, sino de las organizaciones civiles que vienen luchando desde hace muchísimo tiempo por los derechos humanos de los reos.
Calificar a estas organizaciones como "amigos de los presos" es un error mayúsculo porque nunca se les ha comprobado complicidad alguna con los pranes o mafias carcelarias, cosa que sí se puede decir de algunas autoridades civiles y militares que hoy están siendo procesados por la justicia. Al contrario, las ONG lo que piden es que las prisiones dejen de ser fábricas de delincuentes, y que a los reos se les reintegre a la sociedad con un oficio aprendido para que se ganen la vida.
A la nueva ministra Iris Varela no le espera una tarea fácil ni mucho menos grata. Si como afirmó el Presidente lo que se busca es una "solución integral" al problema de las cárceles, Iris entonces deberá armarse de una gran paciencia porque desmantelar el entramado de corrupción que alimenta la llamada "industria del preso" le va a resultar muy cuesta arriba.

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