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martes, 2 de agosto de 2011

Editorial El Nacional

Nosotros y ellos
Necesidad de apoyar


El Presidente de la República dio explicaciones largas y tendidas sobre cualquier tema que le pasó por su mente, menos sobre lo que todos los venezolanos estamos esperando desde hace muchísimo tiempo: ¿dónde está el parte médico debidamente respaldado que oriente a los ciudadanos sobre la verdadera naturaleza de la dolencia que aflige al mandatario, la localización real del tumor canceroso y, desde luego, la perspectivas de su curación? A nuestro Presidente le parece, erradamente, que sus palabras valen más que las de los médicos y especialistas venezolanos y con ello ha creado una confusión general que le hace daño a él y a su imagen, así como a la propia estabilidad del régimen. Lo que Venezuela vive en este momento ya no tiene nada que ver con la salud de un presidente, que puede mejorar o no (da lo mismo) sino con la capacidad auténtica del régimen de garantizar el orden social que todos le exigimos al Estado. Y lo cierto es que hoy la función pragmática del Estado de garantizar tanto los derechos y las libertades como la protección y la defensa del ciudadano cada día se disminuye y se achica sin que la revolución haga nada para devolverle al hombre de la calle sus derechos.

A nadie le interesa que siga este estado de incertidumbre e incredulidad: ni al oficialismo ni a la oposición. En un momento en que el país se cae a pedazos y la gente siente que su vida está a merced del hampa y que ya no existe el derecho a nada (ni a la vida, ni a la propiedad de un rancho o de un apartamento o a un comercio o una bodega); entonces, lo que la nación reclama es el restablecimiento de los derechos perdidos, de las capacidades de los ciudadanos de que sus exigencias sean comprendidas y estimuladas tanto por el Gobierno como por el sector privado.
Pero el discurso discriminatorio que fluye desde el poder hacia abajo trasmite una división de odio entre los venezolanos que los hace agonizar entre el apoyo al poder establecido (sea oficialista o no) y la esperanza de otro gobierno no necesariamente democrático, pues el actual no se ha correspondido con sus aspiraciones y mucho menos con sus urgentes necesidades prácticas de vivienda, seguridad y trabajo.
Hasta hoy, los discursos tanto de la oposición como del Gobierno se escenifican en los sectores populares haciendo obras sociales, construcción de canchas, paseos para peatones, parques para niños y campaña para colaborar con la limpieza del entorno. Eso está bien, desde luego, pero en nada modifica lo que realmente queremos cambiar. Como venezolanos y como caraqueños podemos hacer algo más, algo que pueda cambiar lo que tenemos enfrente, lo que siempre hemos visto y lo que por amor y solidaridad ansiamos darle un futuro.
Tenemos alcaldes y líderes jóvenes que pueden cambiar esta realidad que sufrimos. La pregunta es cómo hacemos posible que nuestras ansias coincidan con sus aspiraciones políticas.

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