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lunes, 28 de abril de 2025

Democracias contra autoritarismos: un informe da claves

 








Nunca antes tantas personas habían vivido bajo regímenes autoritarios como en el año 2024, según las conclusiones del informe del V-Dem Institute, coordinado desde la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, que estudia el estado de la democracia en el mundo. De 202 países analizados para su edición más reciente, publicada en marzo de 2025, al menos 91 son gobernados por autocracias y sólo unos 88 por democracias. Los restantes 23 viven bajo una modalidad “híbrida”, que mezclan rasgos de democracias, como la celebración de elección, y de autocracias, como el ataque a la independencia de las instituciones.

¿Cuál es la situación de las democracias en el mundo?

Sin embargo, la dimensión autoritaria se ensancha cuando se toma en cuenta los datos poblacionales de los países antidemocráticos. El Democracy Report del V-Dem Institute sostiene que 72% (5,8 millardos del total estimado de 8 millardos de habitantes) de la población mundial, o el equivalente a tres de cada cuatro personas, viven actualmente bajo regímenes autoritarios. De esa manera, mientras los niveles más altos de democracia para finales de 2024 eran más comunes en Europa, Norteamérica, y en algunos lugares de Suramérica, África y Asia estaban dominados casi en su totalidad por gobiernos autoritarios.

Esto no sólo implica una presencia inferior de democracia, que en los últimos años ha estado en picada, sino que también revela un hecho preocupante: los países autoritarios generan una proporción creciente del producto interior bruto (PIB) mundial. La consecuencia directa es que los gobiernos antidemocráticos dominan un espacio económico cada vez más amplio (alrededor de 46%, según el informe) y, por tanto, incrementan su capacidad para influir y debilitar las normas democráticas.

Paises autoritarios y democracias

Por primera vez desde que se lleva registro, hay más gobiernos autoritarios (92) que democráticos (89) en el mundo, según el Democracy Report del V-Dem Institute. Foto: captura de pantalla del informe.

“Los países más grandes, más poblados y económicamente poderosos impulsan gran parte de la autocratización en el mundo”, destaca el informe. “Muchos de estos países tienen influencia sobre los vecinos, en las organizaciones internacionales, las cooperaciones multilaterales, el comercio y las inversiones, y mucho más. Eso significa que el mundo se ve afectado por la ola de autocratización en muchos más aspectos de lo que estaría si los países autoritarios fueran pequeños y menos poderosos”, agrega.

El mayor ejemplo de ello es China, sostiene el V-Dem Institute, cuyo PIB no ha parado de crecer en las últimas cuatro décadas y lo ha posicionado como un país esencial entre las alianzas autoritarias. Sumado a Rusia, ambas naciones han hecho esfuerzos por crear un nuevo ecosistema internacional donde el autoritarismo sea el margen de acción, según los hallazgos del informe.

Sin embargo, de acuerdo con analistas consultados por El Nacional, existen razones para pensar que la democracia sigue gozando de buena salud en el mundo. Primero, porque sigue siendo percibida como la mejor y más deseada forma de gobierno, según distintas mediciones internacionales como la de Freedom House. Y segundo, porque la gran mayoría de líderes autoritarios llegan al poder a través de mecanismos democráticos, como las elecciones.

De la democratización tras la Guerra Fría a la autocratización en el siglo XXI

Para entender el auge de los gobiernos autoritarios es importante conocer sus orígenes. Éstos se adaptaron a nuevos contextos surgidos tras el apetito democrático vivido en los últimos años de la Guerra Fría, luego de la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) y la disolución de la Unión Soviética (26 de diciembre de 1991), según Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello.

“Los autócratas siempre han existido y se van adaptando a aprender de las nuevas realidades”, asegura Alarcón. Y fue precisamente en ese momento, durante un auge democrático, cuando los líderes autoritarios modificaron sus estrategias para alcanzar el poder: ya no por golpes de Estado, como era común, sino utilizando herramientas democráticas como los procesos electorales.

Para Alarcón, el actual auge del autoritarismo forma parte de un fenómeno descrito en el libro “La tercera ola: Democratización a finales del siglo XX”, escrito por el politólogo estadounidense Samuel Huntington. En la obra se identificó que después de cada ola de democratización ha habido otra de autocratización. “Y nosotros hoy estamos en esa ola de autocratización”, sostiene el profesor Alarcón.

Una vez en el poder, añade la analista y consultora política Carmen Beatriz Fernández, los autócratas comienzan a desmontar la democracia desde adentro del mismo Estado. “Esa destrucción tiene su base en ataques a la libertad de expresión, a la independencia de poderes y a las instituciones fundamentales del Estado”, detalla.

Esta estrategia se traduce en un manual de prácticas que suelen compartir, o al menos repetirse, en los regímenes autoritarios. Suele iniciar con la persecución contra el que opina distinto, que viene de la mano con el desmontaje de la independencia de poderes y la transparencia institucional. El objetivo final siempre es el mismo: el debilitamiento de las democracias.

En el caso particular de América Latina, Fernández identifica los ascensos al poder de Alberto Fujimori y Hugo Chávez como ejemplos del uso de ese manual de prácticas autoritarias. Ambos llegaron a la presidencia a través de elecciones y, ya como jefes del gobierno, buscaron reformar la institucionalidad. El primero intentó disolver el Congreso de la República en Perú, marcando un hito que lo tachó como “dictador”. Y el segundo usó una figura sin parámetros legales (la Asamblea Nacional Constituyente) para poner a personas leales en las jefaturas de las instituciones.

Tratan de simular que obedecen la voluntad del pueblo. Tratan de generar más elecciones e inclusive más consultas para tratar de aparentar que son más democráticos que los gobiernos que les precedían. Y, al final del día, a través de los mismos mecanismos de las democracias terminan deteriorándose mucho más las democracias”, afirma Alarcón.

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