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domingo, 4 de mayo de 2025

El papa Francisco y su ambigüedad ante el régimen de Maduro en Venezuela

 


El Papa Francisco recibe a Nicolás Maduro, en El Vaticano, en 2013.

 

 

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«Nuestro comandante ha ascendido a esas alturas y está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo bueno, llegó la hora de América del Sur». Así recibió Nicolás Maduro el nombramiento del argentino Jorge Bergoglio como primer Papa latino de la Historia, empujado por el primer milagro de Hugo Chávez ocho días después de su muerte.

Por El Mundo

Maduro trató desde el primer día a Francisco como «uno de los nuestros». En la Patria Grande (que reúne a izquierdistas, revolucionarios y populistas) era tratado como uno más, lo que provocó una larga controversia en Venezuela, Cuba y Nicaragua. «Mi sentimiento es que nunca se mojaron lo suficiente (cuando le pidió ayuda con Venezuela)», se quejó recientemente Felipe González.

Un sentimiento compartido por buena parte de los venezolanos. «Se fue con muchas deudas con Venezuela, aquellas que son producto de su gran y permanente ambigüedad: decir que está con los pobres y los sufrientes, pero no condenar abiertamente a los causantes de los sufrientes. Ser claros y directos con algunos y con otros dejar muchas zonas grises», resumió para EL MUNDO Alexander Campos, director del Centro de Investigaciones Populares y católico practicante.

El Vaticano participó en primera línea en las negociaciones entre Gobierno y oposición de 2016, realizadas en parte en el Hotel Meliá de Caracas. Pietro Parolin, convertido ya en secretario de Estado de la Santa Sede pero que había fungido durante años como nuncio del Vaticano, soportó el peso de la negociación.

Como hace con todas las negociaciones, el chavismo no cumplió lo pactado, y Francisco se lo echó en cara a Maduro en una carta personal, filtrada posteriormente. La revolución bolivariana evitó la pelea directa con el Santo Padre, pero arremetió con todo contra Parolin, a quien acusaron de militar en la «escualidez» (oposición) y de ser un infiltrado del imperio. «Respete, nosotros no nos metemos con sus asuntos, no nos metemos con los padres acusados de pedofilia», disparó entonces Diosdado Cabello, número dos del oficialismo.

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