
En la frontera que comparten Venezuela y Colombia yacen decenas de historias ocultas bajo un mismo rótulo, la ausencia. La cartografía del horror y del olvido da cuenta de lugares, en ambos países, donde los grupos violentos mataron y abandonaron los cuerpos. Allí estarían las huellas de un delito silencioso que desde hace un cuarto de siglo oculta tumbas y borra nombres; que nadie investiga: la desaparición forzada transfronteriza. Un sinnúmero de testimonios, recogidos en esta serie conjunta de los medios Armando.info (Venezuela) y Vorágine (Colombia), es el rastro que deja.
A Breliacnis, venezolana, se le escurre como agua entre las manos el recuerdo de su mamá. Dejó de verla desde muy niña. Un conjunto de huesos y una lápida con el nombre que había dejado de escribir, Brenda María Marín Lara, es el final de una historia de desaparición en territorio colombiano.
El reciente 10 de marzo, Breliacnis y el hombre que crió a su madre, Benigno Teherán Monsalve, acudieron en Arauca a la “entrega digna” de los restos de Brenda que hizo la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) de Colombia. “Simplemente les agradezco, se tomaron su tiempo y la encontraron”. El relato de Breliacnis, que por lo menos tiene un cierre, no se repite para cientos de familias venezolanas y colombianas que saben de la desaparición de sus seres queridos en la raya limítrofe. En la línea divisoria de 2.219 kilómetros entre Colombia y Venezuela pervive la desaparición forzada transfronteriza, un delito cometido de manera sistemática por diversos actores: paramilitares, guerrillas, bandas criminales, mafias de trata de personas y hasta el Ejército de Venezuela.
El excomandante paramilitar Salvatore Mancuso declaró en 2023 ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que en la frontera hay fosas comunes con, al menos, 200 cuerpos sepultados. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la denominación principal de los paramilitares, se había desmovilizado a finales de 2006. Algunos de sus comandantes estuvieron en la cárcel, incluso en penales en Estados Unidos -como el propio Mancuso-, y desde allí comenzaron a hacer públicas declaraciones que arrojan pistas sobre cómo fue la trastienda de la violencia en los años más crudos de la guerra interna. Mancuso fue extraditado a Estados Unidos en 2008, regresó al país en febrero de 2024 y fue declarado Gestor de Paz por parte del gobierno de Gustavo Petro Urrego. Se comprometió a colaborar con la JEP para esclarecer crímenes que permanecen silenciados, como la desaparición forzada en frontera. Reporteros de Armando.info, de Venezuela, y Vorágine, de Colombia, visitaron algunos puntos calientes a ambos lados de la porosa y peligrosa frontera, donde constataron que la desaparición de ciudadanos tanto venezolanos como colombianos en, al menos, la franja limítrofe que se extiende desde La Guajira hasta el río Arauca, es un fenómeno de larga data frente al que poco o nada se ha hecho para detenerlo o siquiera mitigarlo durante los últimos 25 años.
Para completar la presente serie, Perdidos en la raya, y el presente reportaje, los periodistas entrevistaron a sobrevivientes del conflicto, sepultureros, investigadores sociales, líderes comunitarios, mujeres buscadoras, periodistas regionales, fuentes oficiales y victimarios. También revisaron la data oficial de las entidades en Colombia que llevan las denuncias de las desapariciones de ciudadanos venezolanos y colombianos. La interacción con esas fuentes generó datos y pistas para construir un mapa con las posibles localizaciones donde habrían abandonado o sepultado los cadáveres de personas de ambos países.
Los indicios recabados dan cuenta de cómo esas víctimas han sido objeto de tres desapariciones en secuencia: primero, cuando los grupos delincuenciales las asesinaron y escondieron; luego, cuando las autoridades binacionales dejaron de buscarlas o no las buscaron del todo; y, finalmente, cuando el silencio impuesto en las localidades extermina la palabra y con ello los desaparecidos se vuelven ausencia y olvido. Esta investigación, que recoge múltiples testimonios sobre casos diversos, confirma que la desaparición transfronteriza dejó de ser un fenómeno ocasional para convertirse en una práctica criminal a lo largo de la frontera binacional.
Más detalles en Armando.info.
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