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sábado, 19 de julio de 2025

¿Quién ganó y quiénes perdieron en Fedecámaras?

 



Con gran expectativa se celebró la 81ª Asamblea Anual de Fedecámaras. Más allá que los anuncios gubernamentales que se estila en estos eventos, o de los expositores, que tradicionalmente proyectan una visión optimista del país, la verdadera atracción fue el proceso electoral.

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Por Elsa Muro



Una tensión constante se convirtió en la gran protagonista del evento, marcada por el uso indebido de las formas y de la infraestructura institucional a favor de una candidatura. La opacidad, disfrazada de institucionalidad, dominó la agenda: actividades, discusiones estatutarias, y revisiones estratégicas orientadas a neutralizar o arrinconar al ahora nuevo presidente de la institución.

El primer gran derrotado fue el grupo mayoritario que lideraba la directiva saliente. Se empecinaron en romper una tradición que —sin ser conservadora— ha servido históricamente para preservar la organización interna, así como los valores y principios que dan sentido a la existencia misma de Fedecámaras. Es decir, el el respeto al orden de suceder.

En ese contexto, se hizo evidente la intención de frenar las legítimas aspiraciones de Felipe Capozzolo.

El segundo derrotado fue Luis Pissella, la figura promovida para enfrentar a Capozzolo. Aunque contaba con cierto recorrido gremial, no logró capitalizar un liderazgo auténtico ni consolidar apoyos reales, especialmente fuera de Caracas. En contraste, Capozzolo venía construyendo con paciencia y consistencia una escalera de reconocimiento, sobre todo entre las instituciones regionales.

Afortunadamente, la sensatez prevaleció al cierre del proceso. A pesar de algunas presiones para recontar votos —y quizás hasta para desconocer los resultados—, se terminó reconociendo el cerrado pero legítimo triunfo de Capozzolo.

Su campaña fue discreta, con escasos recursos y mucha voluntad. Representó el esfuerzo genuino de un equipo que, a punta de convicción e inspiración, logró imponerse frente a un aparato poderoso.

Por todo esto, puede decirse que Fedecámaras, como institución, también resultó perdedora. Y no por el resultado en sí, sino por haberse dejado arrastrar por una maquinaria electoral intimidante y oportunista que puso en riesgo su credibilidad.

Ahora le toca al “muchacho” —como despectivamente lo llamaban algunos— demostrar liderazgo en un entorno posiblemente hostil. De él dependerá evitar que su gestión se vea saboteada desde dentro, o que se convierta en una antesala para las ambiciones presidenciales de la actual vicepresidenta, Polessel. Según diversas fuentes gremiales, ella mantuvo una posición obstinadamente contraria a Pissella, a quien descalificaba por su supuesta cercanía con el oficialismo. Sin embargo, también se rumora que aspiraba a ser la sucesora natural y ve en este ciclo una etapa intermedia hacia la cúspide gremial en 2027.

Esperemos que el equipo de Pissella no se transforme en un comando de campaña adelantado de Polessel, ni en un obstáculo sistemático para la nueva gestión. Porque si eso ocurre, Fedecámaras podría terminar como tantas otras instituciones otrora influyentes: debilitada, irrelevante, en proceso de extinción, arrastrando a las cúpulas de industriales y comerciantes. Otro dinosaurio más, como la CTV, Acción Democrática o Copei.

Ahora, querido lector, le pregunto: ¿quién ganó realmente y quién perdió en Fedecámaras?

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