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miércoles, 5 de noviembre de 2025

El Mundo: Trump y la nueva "Doctrina Donroe" para América Latina


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con periodistas antes de partir desde el Jardín Sur de la Casa Blanca para abordar el Marine One, en Washington, DC. EFE/EPA/Francis Chung / POOL

 

Una nueva doctrina. Sin un aparato filosófico e intelectual muy sofisticado, sin un gran equipo (más allá de Marco Rubio) detrás, con décadas de experiencia en política exterior y una visión unificada, como ocurrió con el recientemente fallecido Dick Cheney y los neocon que definieron el rumbo de Estados Unidos en la Presidencia de George W. Bush. Pero con un programa que avanza a velocidad récord y que hace camino al andar.

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Por Pablo R. Suanzes | EL MUNDO




Aranceles a todos los vecinos continentales y amenazas de anexión, de Canadá a Groenlandia, pasando por el Canal de Panamá. Cambiar el nombre del Golfo de México. La designación de los cárteles, mexicanos o venezolanos, como organizaciones terroristas para autorizar ataques más allá de las fronteras, movilizando soldados e incluso tropas de asalto. Las acusaciones constantes de vínculos con los narcos a los Gobiernos de Venezuela, Colombia o México para intimidar y justificar acciones y sanciones. La presión a los jueces (Brasil) para interferir en la política nacional. El rescate con miles de millones de dólares (Argentina) o pagar millones a cambio de aceptar presos (El Salvador) para financiar a los aliados ideológicos. El desplegar un portaaviones con 5.000 marineros, ocho buques, un submarino nuclear en el Caribe y un buen número de cazas y bombarderos. Y todo, bajo el paraguas de una idea más que un plan concreto: echar de la región a Rusia y China y limitar su exposición en todo el continente. En el patio trasero de Washington.

El 2 de diciembre de 1823, en un discurso que acabaría siendo uno de los más importantes para las relaciones internacionales del siglo XIX, el presidente James Monroe articuló ante el Congreso de Estados Unidos los ejes fundamentales de una nueva doctrina en política exterior, revolucionaria en todos los sentidos. Monroe, repasando la situación del mundo y explicando cómo Washington había enviado ya embajadores a los principales vecinos de América Latina, recalcó que «en las guerras de las potencias europeas, en asuntos que les conciernen, jamás hemos participado, ni se ajusta a nuestra política hacerlo», y que «sólo cuando nuestros derechos son vulnerados o seriamente amenazados nos indignamos o nos preparamos para nuestra defensa». Pero advertía: «Con los acontecimientos en este hemisferio estamos, por necesidad, más directamente vinculados, por razones que resultan evidentes para todo observador ilustrado e imparcial».

No era una queja sin más. Estados Unidos, en su primer aviso de calado al mundo, apenas unas décadas después de lograr la independencia, anunció que «en aras de la franqueza y de las relaciones amistosas que existen entre los Estados Unidos y dichas potencias, debemos declarar que consideramos cualquier intento de su parte por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como una amenaza para nuestra paz y seguridad (…) no podríamos considerar ninguna intervención de ninguna potencia europea con el propósito de oprimirlos o controlar de cualquier otra manera su destino, sino como la manifestación de una actitud hostil hacia los Estados Unidos».

La Doctrina Monroe, sintetizada como «América para los americanos», ha marcado las relaciones desde entonces, especialmente desde 1898 en adelante.

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