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domingo, 29 de mayo de 2011

Editorial El Nacional

Los terrenos prohibidos
La política exterior

Las sanciones, más simbólicas que reales, impuestas a Petróleos de Venezuela y a la Compañía Anónima de Industrias Militares por el gobierno de Estados Unidos han sido objeto de un ambiguo debate en estos días.
Como quiera que ha reinado la confusión, es preciso formular algunas reflexiones sobre el episodio, sus implicaciones, y sobre todo y ante todo, en torno a la política exterior del Gobierno venezolano.
En primer lugar, sean cuales fueren las discrepancias que se tengan con un gobierno determinado, los sectores nacionales siempre se colocan a su lado cuando se trata de disputas o conflictos internacionales que afecten los intereses de Venezuela como Estado y como nación. Es lo que ha sucedido a través del tiempo, en el siglo XIX y en el XX. Es lo lógico, lo políticamente honesto, no usaremos la palabra "patriótico" porque es del uso exclusivo de la revolución bolivariana. Esto no puede ser automático, sin embargo, y veremos por qué.
Según el comandante Presidente sólo pueden ser "patriotas" los que lo siguen de modo incondicional, vestidos de rojo y gritando, desmelenados: "¡Uh, ah, Chávez no se va!". Si estas son las condiciones que ha impuesto, para el resto de los venezolanos, la mayoría sin duda, se le presenta un grave dilema en situaciones como ésta.
El Gobierno lleva a cabo una política exterior exclusivamente dictada por sus intereses políticos, ideológicos o estratégicos. Ha establecido alianzas inconfesables con los dictadores del mundo árabe, Gadafi en primer lugar, y con los albaceas de Stalin, como el señor Lukachenko de Bielorusia, pero fundamentalmente con el presidente de Irán, el impredecible Ahmanideyad.
Los planes de desarrollo nuclear de Irán han sido objeto de innumerables resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que se ha visto obligado a decidir sanciones, con el respaldo de los miembros permanentes.
Como Estado miembro de la ONU, Venezuela no puede eludir su obligación de cumplir estas resoluciones. Pretender violarlas y llevar la solidaridad a terrenos prohibidos genera responsabilidades. En esto debemos estar claros.
Ningún país puede actuar como si no existieran la ONU y sus otros órganos, o la OEA y el sistema regional. Venezuela se ha consagrado por negar la competencia de las decisiones de organismos multilaterales de los cuales somos parte.
En materia de derechos humanos, de libertad de expresión, por ejemplo, el país está al margen de las convenciones y tratados.
Son numerosos los compatriotas afectados por esta política que desconoce compromisos y obligaciones, que invoca falsamente la soberanía nacional para usarla como mampara.
La mayoría de los venezolanos condena la alianza con Irán porque comprende lo arbitrario y lo peligroso de un régimen que desafía con temeridad a la comunidad mundial. Al gobierno bolivariano no le queda otro camino que cumplir con las resoluciones de la ONU.

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