
Foto: Adriana Loureiro Fernández para The New York Times
En una escalada de tensión, el gobierno de los Estados Unidos anunció la implementación de un bloqueo naval total contra Venezuela.
La medida busca asfixiar financieramente al régimen de Nicolás Maduro, impidiendo la entrada y salida de buques petroleros en aguas territoriales venezolanas.
Esta acción no es un hecho aislado, sino el punto culminante de una estrategia de larga data. El bloqueo se fundamenta en las acusaciones del Departamento de Justicia de EEUU, que cataloga a Nicolás Maduro y a su círculo más cercano —incluyendo altos mandos militares y figuras clave del gabinete— como líderes del «Cartel de los Soles».
Washington sostiene que el régimen de Maduro utiliza la estructura del Estado para colaborar con grupos terroristas y facilitar el envío de toneladas de cocaína hacia territorio estadounidense.
Según la Casa Blanca, el uso de la Armada busca «cortar el flujo de dinero sucio» que financia lo que han denominado una «red de narcoterrorismo, secuestro y trata de personas» que amenaza la seguridad nacional de los Estados Unidos y la estabilidad de la región.
Implicaciones
El despliegue de lo que Trump describió como «la armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica» coloca a Venezuela en una situación crítica con consecuencias inmediatas:
Al ser el petróleo la columna vertebral de la economía venezolana, el impedimento físico a las exportaciones corta la entrada de divisas, amenazando con una parálisis total del transporte y la generación eléctrica por falta de insumos y aditivos.
Y en el mismo sentido, la presencia de buques de guerra estadounidenses frente a las costas venezolanas eleva al máximo el riesgo de un incidente bélico.
Por su parte, hay quienes advierten que el bloqueo podría exacerbar la escasez de alimentos y medicinas, impulsando una nueva y masiva ola migratoria hacia los países vecinos.
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